Friday, February 16, 2007

Absurdeces

Tras muchos años de correr siempre se dan un montón de situaciones cuanto menos curiosas, el otro día pensaba en ellas y la verdad la gran mayoría se reducen a dos tipos de situaciones: las relativas a la miopía y la los problemas intestinales.

Sobre los primeros: uno es miope, pero no lo sufientemente cegato como para salir con lentillas o gafas obligatoriamente. Así que la combinación de visión borrosa + nocturnidad tiene como consecuencia que hagas el ridículo más de una vez. Fundamentalmente cuando alguien te saluda por la calle, o al menos crees que te saluda a ti y luego resulta que te acercas y no te estaba saludando a ti, ni siquiera estaba saludando. Al principio me daba corte y cuando me acercaba al presunto saludador al darme cuenta del error hacía que yo estaba saludando a otra persona que estaba detrás o hacía el típico gesto de peirnarme el pelo :-p. Ahora directamente me acerco y suelto "joder, no veo nada sin gafas...."
El colmo es cuando dos miopes se saludan o creen que se saludan
-"ah coño, pensaba que eras otra persona"
-"joder, y yo"
-"pues nada, a seguir bien"
-"eso, eso"

Las otras absurdeces son las relativas a la motilidad intestinal, o la manera fina de decir cagalera. No sé si es general a todos los corredores, pero uno es muy sensible en esos aspectos. Tengo que salir con el estómago totalmente vacío a correr porque si no, justo cuando más deprisa vas, más a gusto corres ¡zas! el pinchazo intestinal y a buscar un matorral y rezar para que te hayas acordado de coger los kleenex. Lo bueno de esto es que aguzas el ingenio y ya conozco todos los sitios dónde puedo descargar en Tres Cantos: matorrales, gasolineras, bares, residencias de ancianos.... sí sí, residencias de ancianos. Fue un domingo, después de meterme una ensalada de tomate cuya acidez no era la mejor aliada de mis tripas. El problema es que el pinchazo fue demasiado temprano y no tenía ningún sitio oficial cerca con lo que hubo que improvisar y lo único abierto cerca era una residencia de ancianos. Con mala cara de debió ver la cuidadora tras un "por favor, puedo utilizar vuestro servicio" que no tardó en cambiar el gesto de "qué coño hace éste aquí" a un "sí, sí pasa al fondo". Los abueletes, de vuelta de todo, siguieron jugando a las cartas.

Los retortijones también pueden generar situaciones potencialmente peligrosas: San Francisco, tarde soleada, corriendo por la bahía, y en el punto más lejano del hotel, zas!... Al fondo se divisan unos baños públicos, de esos en los que nunca te meterías ni jarto de isostar. Pero la necesidad era imperiosa. Me alivio haciendo equilibrios para no sólo no tocar la taza del sino para mantenerme a una distancia prudencial que cualquier bacteria no pudiese saltar y cuando pienso que todo está hecho al abrir la puerta un travestón, asiático, de unos 100kgs me mira de arriba a abajo y me insinua algo con ojitos golosones (San Francisco es muy liberal y mis piernas impresionan todo sea dicho). Me pasaron por la cabeza muchas escenas de películas de cárceles y duchas, no sé por qué. Afortunadamente era un travestón civilizado, como casi todos supongo y todo quedó en una mera anécdota que contar dos años después, en un blog en un día con poco o nada que decir.... ;-)

Feliz finde.

2 comments:

Macario said...

Yo veo que te cagas, y cago que no veas.

Anecdotario escatológico... da para llenar unos cuantos "bloges".

Yo recuerdo especialmente el dejar colgadas las llaves de casa de la ramita de una jara. Busca las llavecitas, cuando llegas a casa y recuerdas, en zoom hasta primerísimo plano, donde las tienes. Eso y venir un perraco y plantarme el focico a un cm de l mío mientras estaba en "mis labores".

No sigo que me embalo...

Sergio said...

hostia, lo del perro es deporte de riesgo